Estoy seguro que el señor Donald Trump es religioso y al menos acudía a la iglesia en las mañanas de domingo, en una época cuando no era presidente de la nación más poderosa del planeta…hoy no le alcanza el tiempo.
El día que Donald Trump asumió como 45 presidente de Estados Unidos, una mujer rubia de abrigo rojo y discurso optimista fue la encargada de bendecir el momento. Era Paula White, su pastora personal, y ese día, ante millones de personas en todo el mundo, pidió por él: Dios misericordioso, revela a nuestro presidente la capacidad de conocer la voluntad, tu voluntad, la confianza para conducirnos y la compasión para ceder ante nuestros mejores ángeles.
Y considero que quizás en sus plegarias de antaño elevaría el pensamiento al cielo y pediría clemencia divina para con los mortales, su creación.
Aunque lo aparente el mandatario no practica los preceptos de cualquiera haya sido o sea su credo declarado.
Donald Trump es presbiteriano (creen en Dios, en Jesús como su hijo único y en el Espíritu Santo.) pero sigue a un gurú especial. De joven se interesó por los discursos del predicador Norman Vincent Peale, artífice de la teoría del pensamiento positivo y autor del primer libro de autoayuda.
Porque no se entiende su desprecio por «los otros», su despreocupación por los necesitados, su altanería manifiesta y sus ansias guerreristas y de supremacía blanca.
La vida desmiente al rubio ser que lanzaba rollos de papel higiénico a los puertorriqueños cuando un huracán que destrozó a esa isla caribeña, el mismo que no quiere extranjeros dentro de sus fronteras y separa padres de hijos.
Un presidente que impide la entrada de recursos médicos para combatir el coronavirus en Cuba, tergiversa la labor humanitaria de los galenos de la isla y retiró los fondos a la Organización Mundial de la Salud.
No sé qué crea usted, pero para mí Donald Trump es religioso solo a su manera y mira al cielo, pero no para hablar con Dios sino para asegurarse de que habrá buen tiempo para jugar al golf.
