Un Quijote llamado “Che”

Muchas reflexiones en estos días se relacionan con el “Che”, a la distancia de cincuenta y cuatro años de que Ernesto Guevara de la Serna fuera capturado, torturado y ejecutado por el Ejército de Bolivia. Cierta es la carga mística de este hombre universal que siempre ha acompañado a jóvenes de la Mayor de las Antillas, latinoamericanos y de todo el mundo. Entre los textos de  mi blog personal sobresale un enunciado del periodista y escritor uruguayo Eduardo Galeano: Para decir adiós a sus padres, el Che no eligió una cita de Marx. Escribió: “Otra vez siento bajo mis talones el costillar de Rocinante. Vuelvo al camino con mi adarga al brazo.”

Tanto de Quijote tiene el “Che”, cuyo paradigma indispensable, actualizado en la vida misma, respalda la idea del enfrentamiento a los molinos de vientos, gigantes no imaginarios sino portadores del mal en todas las latitudes, a la manera de su pensamiento en defensa de los vilipendiados que han decidido escribir su historia, en un escenario cada vez más cruel y complejo.

A principios de la década de los cincuenta el joven médico transforma su mirada sobre la realidad de los mineros, campesinos, indios, en fin, de los pobres de América Latina, en recorridos  en motocicletas, junto a su amigo Alberto Granado, por el sur del continente, que resumió en un diario de viaje: «Estaré por el pueblo (…) asaltaré las barricadas y trincheras, teñiré en sangre mis armas y, loco de furia, degollaré a cuanto vencido caiga en mis manos». 

Durante su estancia (1953) en la Guatemala del gobierno de transformación social de Jacobo Arbenz se acerca a los textos marxistas, la necesidad de la lucha armada por el poder popular y el enfrentamiento al imperialismo yanqui. Tras el derrocamiento de las fuerzas progresistas guatemaltecas, marcha a México y el 8 de julio de 1955 cuando estrechó la mano de Fidel en pacto de fidelidad a la Revolución Cubana.

“Che fue maestro y forjador de hombres como él. Consecuente con sus actos, nunca dejó de hacer lo que predicaba, ni de exigirse a sí mismo más de lo que exigía a los demás», expresó nuestro Comandante en Jefe, Fidel Castro.

En tierras cubanas define su camino: “…quiero perfeccionarme para ser un auténtico revolucionario». Es el primer comandante rebelde. Jefe militar en el triunfo del Primero de Enero de 1959, en los acontecimientos relacionados con la Victoria de Girón y la llamada Crisis de Octubre. Ministro en puestos claves del naciente Estado socialista. Mensajero de la palabra de Cuba en el mundo. Sembrador de fábricas. Organizador de una cultura económica de nuevo tipo. Incansable, en la primera línea como hombre de confianza y conocedor.

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Pero sus ojos miraban al África, a la situación del Congo, y allá fue con su adarga al hombro.  “otras tierras del Mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos”…Luego encabeza la lucha guerrillera en la sudamericana Bolivia, donde ponen fin a su fructífera vida pero no mataron sus ideas.

No se olvida, al cabo de cincuenta y cuatro  años, la confianza en la formación del hombre nuevo, en continuo cambio para mejor cualidad en la escala humana. En la solidaridad de y hacia los cubanos para  disfrute de una vida digna.

 Estas son horas de remembranzas de los agradecidos por el legado del “Che” y con todos los sentidos, asumir cotidiana e inteligentemente los cambios para bien del proyecto económico y social, en tanto enfrentamos las pandemias del coronavirus, que va por dos años, y de un fortalecido  bloqueo norteamericano.

No estarán alejados a la fecha, los malintencionados ¿argumentos? de  voceros contrarrevolucionarios y gobernantes neoliberales  que insinúan en medio de confusiones la decadencia del socialismo en Cuba, al proceso transgeneracional que toma fuerza cada día.

Como tanto  tiene el “Che” del Quijote, hay una certera frase: Ladran, Sancho, señal que cabalgamos