Por voluntad propia

Hoy es uno de esos días en que los muertos rondan mi cabeza. Aunque parecen lejanos aquellos días, en los cuales Angola lucha para estabilizar la naciente república, los cubanos han establecido una fecha para enaltecer el recuerdo de quienes por voluntad propia marcharon lejos, muy lejos, con el espartano escudo y regresaron sobre el escudo.

Partieron en el silencio cómplice de todo un pueblo, bajo las narices de los órganos de inteligencia de Estados Unidos, incapaces de calcular la cuantía y la bravura del apoyo militar cubano frente a los mercenarios, invasores  del apartheid y los fantoches.

Cada siete de diciembre, en el día del corajudo Antonio Maceo,  se rinde tributo a 2 085 mártires combatientes y 204 civiles, caídos en escenarios africanos y latinoamericanos. Desde el año 1989, sus restos mortales regresaron a la Patria; están en los «Panteones de los Caídos», de los municipios del país.

En aquel momento trascendental para la Revolución con las perspectivas de los riesgos  nuevos escenarios, Fidel dijo que en esos hombres y mujeres  se unían dos de los más grandes valores creados por el hombre, el patriotismo y el internacionalismo.

Ya es tradición en la memoria viva o el referencial histórico que los sentimientos de victorias en Angola, Etiopia  y en otros pueblos amigos, se compartan con la amargura  de la ausencia de un compatriota.

¿Cuántos nombres de familiares, amigos, hermanos de trinchera, grabados en las tapas de los nichos funerarios?

Para el combatiente internacionalista era muy fina la línea fronteriza entre la vida y la muerte. Ellos sabían la disyuntiva  cuando escogieron el camino de riesgos y peligros por voluntad propia. Merecen el reconocimiento póstumo quienes fueron vivo ejemplo del altruismo de todo el pueblo cubano.