Camagüey: ciudad que vivo, ciudad que soy

Camagüey.–Poco más de seis meses separan a esta ciudad patrimonial de la celebración del aniversario 505 de su fundación –2 de febrero de 1514–, motivo que genera no pocas expectativas, proyectos y acciones para hacer valedero el propósito de afianzarse como capital productiva, funcional, culta y bella.

Heredera de la villa de Santa María del Puerto Príncipe, la urbe reclama de las autoridades, instituciones y habitantes una mirada diferente para sobrellevar el peso de la modernidad sin perder los atributos que la hicieron merecer, hace diez años, su inclusión en la lista del Patrimonio Cultural de la Humanidad.

Para incentivar y darle calor a ese esfuerzo, la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey (OHCC) lidera una campaña de bien público, cuyo lema Ciudad que vivo, ciudad que soy recoge el interés por estimular la urbanidad y los deberes compartidos en el cuidado y enaltecimiento de la antigua villa.

Mailet Padilla Paneca, especialista de Comunicación de la entidad, declara que el propósito estratégico de la campaña es resaltar la necesidad de preservar el entorno citadino y la civilidad, como condiciones indispensables para el incremento de la calidad de vida y el bienestar individual y colectivo.

Se trata, en específico, de un conjunto de acciones constructivas y de mantenimiento, higienización, capacitación, comunicación y educación ciudadana, que involucran a toda la sociedad en pos de mitigar los problemas presentes en una ciudad con más de cinco siglos de existencia.

Investigaciones indican que si bien un elevado porcentaje de la población se ubica en posiciones de avanzada en la correcta percepción de tales asuntos, podría ser superior el nivel de sensibilidad y de rechazo a todo lo que atente o lesione la voluntad de preservación de sus signos identitarios.

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Una década después de la proclamación del centro urbano como Patrimonio Cultural de la Humanidad, la ciudad exhibe hoy una fisonomía rejuvenecida, fruto del esfuerzo y el trabajo cotidiano de su gente para realzar los atributos históricos, culturales y arquitectónicos de relevancia universal que la singularizan.

Suman cientos las obras ejecutadas o rehabilitadas en los últimos años, una verdadera revolución constructiva que debe cobrar nuevo impulso de cara a la próxima meta: el cumpleaños 505 de la urbe, todo un reto a la creatividad y al buen hacer para sumarle atractivos a la otrora villa principeña.

De momento, las principales acciones se concentran en dos ambiciosos proyectos que cambiarán el paisaje en zonas puntuales de la ciudad y les añadirán valor de uso en bien de lugareños y visitantes: el Recinto Ferial y el Museo del Ferrocarril, una obra llamada a preservar la historia y tradiciones de ese sector.

El propósito es restaurar o retocar con la exquisitez del detalle las plazas, plazuelas, parques, calles y la amplia red de entidades económicas y sociales, como escenarios apropiados para el disfrute del patrimonio legado por varias generaciones que han dejado su impronta en un sedimento cultural e histórico de alta valía.

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De nada valdría, sin embargo, tanto empeño, si no se hace acompañar de una conciencia y conducta cívica individual y colectiva en el cuidado y preservación del entorno urbano, dirigidas a acatar las normas de convivencia y a enfrentar de manera resuelta el desorden, las ilegalidades y la indisciplina social.

En ello cierran filas las autoridades locales, las direcciones administrativas, los agentes del orden público y los cuerpos de inspección, persuadidos de que, en el actuar sistemático, riguroso y oportuno, está la clave para mantener un ambiente agradable y acogedor en la ciudad cabecera provincial.

«Las principales acciones, explica Mailet Padilla Paneca, están encaminadas, entre otras, al mejoramiento de la higiene ambiental, la disciplina vial, el cuidado del ornato público y la imagen urbana, y el combate contra las ilegalidades en las ventas de productos y las intervenciones constructivas».

A ese propósito se suman igualmente, y han ofrecido su más decidido respaldo, quienes sueñan, aman, luchan, trabajan y aspiran a tener una ciudad mejor, libre del estrés cotidiano que atenta contra la calidad ambiental y de vida dentro del ecosistema urbano y evitar así males mucho mayores.

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Dicho con otras palabras, se trata de rehabilitar de manera integral el universo público, a partir de un modelo que fortalezca los referentes sociales de pertenencia, sobre la base de la más estrecha relación entre calidad ambiental, bienestar e identidad cultural con la participación ciudadana como bandera.

«Más allá de colocar una lona nueva o ponernos un pulóver o un sello, comenta José Rodríguez Barreras, director de la OHCC, la campaña de bien público apuesta por mejorar la espiritualidad de las personas que aquí viven y eliminar actitudes que no tienen nada que ver con el país que deseamos ni con el ser camagüeyano».

Reconoce el especialista lo mucho que resta aún por hacer, pero insiste en que, gracias al grado de concertación y a la voluntad renovadora, no son pocos los logros en el manejo de una urbe tan compleja a la hora de afrontar los enormes retos que supone el trabajo de preservación del patrimonio.

El hecho de pertenecer desde hace una década al selecto grupo de las ciudades patrimoniales y aspirar a convertirse en destino turístico de excelencia constituye incentivo legítimo para la obra buena y perdurable, la misma de la que se sentirán orgullosas las generaciones que habitan y habitarán el Camagüey legendario.

OTROS DATOS DE INTERÉS:

– Ubicada en la cuenca hidrográfica del río San Pedro, la ciudad de Camagüey es la tercera urbe del país en cuanto a población, con más de 300 000 habitantes, y la segunda en extensión con 64,4 kilómetros cuadrados.

– Su importancia se ve incrementada, además, por el carácter de centro político y administrativo de la provincia de igual nombre, de cuya población total concentra el 39 %.

– La zona declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad en julio del 2008 abarca 54 hectáreas del centro histórico urbano, conocida como la «ciudad del siglo XVIII», por ser en tal periodo cuando surgieron y se consolidaron los principales valores que han trascendido hasta la actualidad.

– En el citado núcleo urbano residen más de 8 000 habitantes, posee siete plazas, 13 plazuelas, siete templos católicos y 2 532 inmuebles, 90 de los cuales son considerados de carácter excepcional.