Imprescindible Celia

Con los nombres de Norma, Aly, Carmen, Liliana o Caridad, siempre fue imprescindible Celia en el aseguramiento al movimiento guerrillero en la Sierra Maestra, surgido tras el desembarco de Fidel y la tropa expedicionaria del Granma, aquel dos de diciembre de 1956.

Reconocida como símbolo de modestia, humanismo y fervor revolucionario, la heroína cubana Celia Sánchez Manduley es recordada este nueve de mayo al cumplirse el centenario de su nacimiento. En las remembranzas ocupan un lugar destacado su modestia, amor a la naturaleza, atención a los humildes y vocación martiana. Como bien se sentencia muchas veces: «cualquier similitud con la realidad, es pura coincidencia…», su nombre completo era Celia Esther de los Desamparados Sánchez Manduley.

Durante intensos y creativos 23 años trabajó al lado del Comandante en Jefe Fidel Castro, desde la guerra de liberación hasta el encargo de secretaria del  Consejo de Ministros de Cuba (1962-1976) y posteriormente en el Consejo de Estado y como miembro del Comité Central del Partido Comunista de Cuba.

El mes de enero, en ocasión del aniversario del fallecimiento el día 11, tomé notas de un testimonio de Giraldo Mazola, diplomático y periodista cubano, a quien conocí en los primeros años de formación profesional en el periódico camagüeyano Adelante.

Cuando murió le faltaban cuatro meses para cumplir 60 años de edad. Muchos aseguran que, como las personas buenas no mueren, ella aparece entre las flores, los helechos arborescentes o las chinas pelonas de los arroyos de la Sierra”.

De ese interesante artículo publicado en Cubadebate he extraído las siguientes citas que moldean la imagen de esa destacada revolucionaria a las nuevas generaciones de cubanos y amigos de todo el mundo:

 “Junto a su padre vindicó al Apóstol en el año de su centenario (28 de enero de 1953) colocando en la cresta del pico Turquino el busto de Martí, que desde allí oteaba el horizonte como reclamando la conclusión de su obra (…)

Ella no sabía que ese mismo año, en Santiago, un centenar de jóvenes iniciarían el intento de reivindicarlo, inmolándose en el cuartel Moncada. Tampoco imaginó que volvería a aquella cúspide acompañando al líder de los moncadistas, vestida de verde olivo, como primera guerrillera con un fusil colgado en su tierno hombro de mujer (…)”

A cien años del natalicio de Celia, se acrecienta la imagen de la imprescindible Celia, y su ejemplo de dedicación a la patria, a la Revolución Cubana.