La mano amiga y el desinterés humanista

En la provincia de Camagüey hay entre los campesinos una práctica, o más bien una especie de obligación auto impuesta y gustosamente cumplida, que establece la entrega periódica de determinados renglones agropecuarios a hospitales, hogares maternos, casas de abuelos, círculos infantiles y otras instituciones de similar importancia social.

Cada mes llegan a los  lugares  en cuestión  carretas o camiones cargados con diversos productos, desde viandas, arroz, hortalizas,  frijoles y aves hasta  ovejos, escoltados por un grupo de hombres y mujeres con la característica sonrisa y un brillo en la mirada, que no se distingue bien si es timidez o sensibilidad desbordada, rayana con las lágrimas.

Y ello de manera absolutamente gratuita, sin medir el considerable importe de las ¨mercancías¨ que donan como decimos los nacidos en esta isla sufrida, sencilla y altruista, ¨con el corazón en la mano¨.

Hay que escuchar las palabras de los funcionarios que en cada institución reciben la significativa carga, y agradecen un gesto que más allá de sus dimensiones materiales, con ser elevadas, es portador de una invaluable carga de sentimientos.

Hay que ver los rostros de los guajiros en el momento de la entrega, y un poco después, cuando conversan con ancianos, doctores, enfermeras o ¨seños¨ de los círculos infantiles, donde retozan los pequeños, sin comprender en su exacta medida el suceso.

Pero entre todos los actos de donación que de manera regular efectúan los campesinos, el que más emociona es el que se produce en la sala de hematología del hospital infantil, donde permanecen niños con graves dolencias que prolongan por semanas y aún meses su ingreso en el centro asistencial.

A ellos estos hombres y mujeres inmensos, quizás de pocas palabras, pero de enormes sentimientos, les entregan juguetes, y se hacen acompañar por payasos que esconden tras sus bocazas sonrientes, la emoción que  les aprieta el corazón.

Bella e inapreciable obligación que se imponen a sí mismos, con naturalidad y sencillez, esos seres de  piel curtida y mirada limpia que tienden sus manos callosas para acariciar una cabecita despojada de cabellos por los sueros citostáticos, en cuyo rostro marcado por la enfermedad, se dibuja una sonrisa de agradecimiento y amor.
Eso es sencillamente, Cuba.