Bola de fuego en Cuba oriental

Desde la noche del viernes diversos medios formales e informales han reportado la ocurrencia de un evento atmosférico inusual que se ha descrito como bola de fuego, meteorito o explosión en la atmósfera superior. Aquí aportamos una síntesis de las evidencias que se han recopilado hasta el momento, con el objetivo de llamar la atención sobre el peligro de caída de cuerpos celestes en cualquier parte de Cuba.

En este esfuerzo he tenido la colaboración de un grupo de colegas que me han compartido sus observaciones directas, sus opiniones y una variedad de informaciones verificables pues fueron reportadas por distintos testigos.

Asimismo he consultado algunos sitios oficiales de agencias internacionales y cubanas que han aportado información relevante. Agradezco en especial la cooperación de Enrique Arango Arias, Yasmani Ceballos Izquierdo, Rafael Guardado Lacava, y a la periodista Iramis Alonso que me indujo a interesarme en este tema.

El evento

En la noche del viernes 19 de marzo 2021, a las 22:06 horas (hora local) cuatro estaciones sismológicas localizadas en Cuba oriental registraron un «ruido ambiente inusual» que por sus características, según reportó el Dr. Enrique Arango Arias, no se corresponde con algún evento sismológico. Esto coincidió en tiempo con dos explosiones que se escucharon en el entorno de Sagua de Tánamo hasta Moa, en la provincia de Holguín, de las cuales fueron testigos muchos observadores, así como estudiantes y profesores del Instituto Superior Minero Metalúrgico de Moa. En consecuencia, distintas personas pensaron que se trataba de un terremoto, debido a que sintieron ruidos fuertes y vibraciones de ventanas, cristales, techos y otros objetos, lo cual fue denegado por el Centro Nacional de Investigaciones Sismológicas.

Cual si fuera poco, estas explosiones se acompañaron con el avistamiento de un fuerte destello de luz roja, blanca o amarilla en el cielo, el cual fue reportado por varias personas de toda confianza, sugerente de un evento semejante a una bola de fuego (fireball) o la trayectoria de un meteoroide, que parece haber seguido un curso aproximado de Sur a Norte, a veces trazable por una estela de humo. Los testigos del intenso destello de luz en el cielo se encuentran desde Las Tunas, Holguín, Sagua de Tánamo, Baracoa, Maisí, Guantánamo, Salvador, Jamaica, Bayamo, Guisa, Santiago de Cuba y localidades cercanas.

El hecho de que el evento se haya originado en la atmósfera superior del planeta se pudo confirmar mediante las imágenes del sistema que registra las tormentas eléctricas, el cual captó un intenso destello luminoso al este de la Bahía de Nipe (Fig. 1). Si se compara este destello con el provocado por el Meteorito Viñales en febrero del año 2019, captado por el mismo sistema de satélites, se evidencia que el de Nipe es mucho más pequeño, probablemente proporcional a las dimensiones menores de este objeto.

Esta información precedente es insuficiente para afirmar que se trata de un meteorito, pues para ello es necesario que se recupere alguna evidencia física del mismo. Como han señalado distintas fuentes, es conocido que alrededor de nuestro planeta circulan infinidad de objetos considerados «basura tecnológica», los cuales van penetrando a la atmósfera inferior eventualmente, donde se incendian y fracturan en pedazos debido al incremento de la densidad del aire y la turbulencia que provoca la fricción. Hasta ahora no se ha reportado ningún cráter de impacto u objeto caído del cielo durante este evento, lo cual puede responder a que se trataba de un cuerpo pequeño que se fundió y sublimó a su paso por la atmósfera, de acuerdo a la nota confeccionada por varias instituciones del CITMA, especialmente el Instituto de Geofísica y Astronomía.

De acuerdo a los registros de las estaciones sismológicas publicados en distintas fuentes, la onda expansiva de las explosiones originadas en la atmósfera superior se registró sucesivamente en los sismómetros localiados en Presa Nuevo Mundo (PM), Universidad de Moa (UM), Quimbuelo (QB) y Caimanera (CM), lo cual recoge el avance de la onda expansiva desde el NNW (Fig. 2).

Esta información pudiera tener distintas interpretaciones, pero ciertamente no define la trayectoria del objeto ni permite precisar su origen con mayor precisión que los satélites, pues si hubiera sismómetros de alta precisión en otras localidades, estos la habrían detectado. Para encontrar el punto de caída de eventuales fragmentos del cuerpo de interés, lo más conveniente es realizar las búsquedas a partir del lugar del impacto con la atmósfera, y siguiendo el rumbo de la trayectoria del cuerpo celeste, ya que se conoce que a partir del impacto, los fragmentos caen atraídos por la gravedad con una componente balística reducida. En consecuencia, si la trayectoria fue de Sur a Norte como se ha sugerido, entonces es muy probable que un eventual fragmento o fragmentos hayan caído al mar.