“El rey del mambo” en Camagüey

 

Al llegar a Camagüey en enero de 1951, Dámaso Pérez Prado, “El rey del mambo” se alojó en el Gran Hotel. Después de abandonar Cuba, fue esta la primera y creo que única gira que realizó en el país el artista.

 Se presentó en La Habana y Santiago de Cuba. En la ciudad de Camagüey debutó en el cabaret Copacabana e hizo una presentación en el teatro Casablanca y amenizó la matiné del Club Ferroviario.

Cuentan cronistas de la época que Pérez Prado (Matanzas 1917-México 1989) hablaba muy atropelladamente, iba enfundado en un traje crema de leva alargada, tal como la exhibía en sus presentaciones y llamaban la atención sus hombros caídos.

 Uno de los más ilustres intelectuales de esta provincia, el periodista Manuel Villabella Marrero, fallecido el pasado año, tuvo la oportunidad de entrevistar a este pianista por excelencia aunque tocaba, además, el órgano, saxofón, trompeta, tumbadora y la batería.

 «Mira,  antes de hacerse famoso esto que yo hago—dijo a su interlocutor– ya mis amigos me llamaban “El Rey del Mambo”, porque “mambear” para nosotros los músicos quería decir improvisar con el instrumento, y ellos decían que yo en eso era “el Rey”»

 «(…) es un ritmo sincopado–agregó en otra parte de su testimonio a Villabella– los saxofones llevan la síncopa en todos los motivos, depende de la estructura de la orquesta, si es saxofón o trompeta. La trompeta lleva la melodía y el bajo el acompañamiento, combinada con bongoes y tumbas, de esa combinación de música y ritmo sale el mambo.»

 Era un hombre afable. Había llegado a México dos años antes y tuvo la suerte de ser contratado por la RCA Víctor para grabar y después de dos números musicales que no cobraron fama, arrebató internacionalmente con Mambo, qué rico mambo.

 Inmediatamente, el teatro Blanquita, de México, lo contrata para encabezar el fabuloso espectáculo Al son del mambo. México en pleno ya mambeaba. 

 Sus amigos refieren que cuando era el pianista de la orquesta “Casino de la Playa”, en La Habana, trataba de introducir un ritmo que él llamaba nuevo, pero que la mayoría de los músicos no le hacían caso, era el que años después bautizó como mambo.

 En el propio año de 1951, otros dos escritores que figuran en el Olimpo de las letras latinoamericanas, prestaron atención a la obra de Pérez Prado:

  Alejo Carpentier señaló: «Soy partidario del mambo, en cuanto este género actuará sobre la música cubana como un revulsivo, obligándola a tomar nuevos caminos».

 Un muy joven Gabriel García Márquez, observó desde un diario de Barranquilla: «Cuando el serio y bien vestido compositor cubano, Dámaso Pérez Prado, descubrió la manera de ensartar todos los ruidos urbanos en un hilo de saxofón, se dio un golpe de estado contra la soberanía de todos los ritmos conocidos. (…) El maestro Pérez Prado ha descubierto la tecla definitiva en el corazón de todos los muchachitos que silban en todas las esquinas del mundo».

 El mambo aun hace mover los pies a los bailadores en cualquier rincón del planeta, cuando se escuchan apasionados los primeros acordes del singular ritmo creado por Dámaso Pérez Prado

 

FUENTES

http://www.cadenahabana.icrt.cu/iconos/damaso-perez-prado-reinado-intacto-201804231247/

http://www.cadenagramonte.cu/articulos/ver/54222:lo-que-se-por-mi-perez-prado-en-busca-de-un-tinajon