El voto y el destino

Hay quienes dicen (y no son pocos) que el destino es inexorable, inmutable, y que no puede variarse a voluntad de los individuos. Y nada más lejos de la verdad, porque la historia, la vida, han demostrado que los hombres y mujeres pueden con su acción, decidir el curso de los acontecimientos.

Por ejemplo, en los años 50 un grupo de jóvenes liderados por Fidel Castro, hicieron el firme propósito de dar un vuelco a la situación de desastre, robo, abuso y crímenes que propiciaron los sucesivos gobiernos de la Seudorepública, y que desembocó en la cruenta dictadura de Fulgencio Batista.

Y el primero de enero de 1959 amaneció no un nuevo día, sino una nueva  vida, un destino diferente para millones de desposeídos, que marcharon para construir juntos una nueva patria.

Sirva este preámbulo para ¨aterrizar¨ en nuestro modelo de Democracia, que tiene en el barrio, en la cuadra, en la circunscripción, su estructura fundamental, pues es en ese marco donde se nominan a los candidatos que luego se someten al voto secreto y directo en cada colegio electoral.

Entonces, si propusimos bien, con responsabilidad, los futuros delegados serían los más capaces, los de mayor experiencia, los más consagrados y activos en cada comunidad.

No olvidemos que es en esa persona esencial en la que el pueblo ha DELEGADO, en quien ha confiado para que represente sus intereses, anhelos y necesidades ante el gobierno.

Puede así este domingo, el ciudadano común, decidir qué curso seguirán los destinos de todos, pues si por simpatía, superficialidad o desinterés no se eligen los mejores, quedarían fallos en esa estructura que debe estar llamada a ser monolítica y que es la cantera del Poder Popular.

Recordemos que  los delegados electos integran las asambleas municipales, y esos órganos cumplen una misión trascendente en el desarrollo local.

Votemos entonces por los más consagrados, inteligentes y comprometidos con el bienestar común, para asegurar de esa forma que el destino marche inexorable, pero por los canales que trace soberanamente la voluntad del pueblo.