Para que haya más…

Todos, sin excepción, queremos que haya abundancia, que en las placitas y mercados no falten esos productos que hoy nos hacen dar vueltas y más vueltas por la ciudad, sobre todo sábados y domingos, en una incesante búsqueda.

También anhelamos que el salario alcance no para lujos, sino para satisfacer nuestras modestas demandas y quizás, para costear una semanita de vacaciones con la familia, en la playa o el campismo.

Pero ¿Por qué usted y sus compañeros de trabajo permiten que se juegue en las empresas con algo tan sagrado como la economía del país?

La verdad, más grande que un templo, es que no nos sentimos responsables, salvo  contados ejemplos, con la gestión administrativa,  esa que es preciso hacer con eficiencia, rapidez y a costos razonables, y vemos tales encargos como inherentes solo a ¨los jefes¨ como si éstos fuesen entes separados por un abismo del operario de determinada maquinaria,  del albañil,  el chofer y así un largo etcétera.

Y lo peor, no exigimos ni pedimos cuentas a esos ¨jefes¨ de su gestión, e indagar si se cumplen los planes productivos, si los ingresos marchan acordes con lo previsto, si entregamos a las arcas del Estado lo que es debido y ¿por qué no? Dar un poco más que casi, casi siempre se puede.

Lamentablemente abundan los colectivos en los que se discuten superficialmente los compromisos para el año, y resulta imperioso lograrlo, analizar las condiciones para lograrlos, qué reservas e iniciativas poner en juego, cómo solucionar algunas carencias y dificultades, y hacer de eso el orden del día de la jornada en cada puesto.

¿Cómo entender las cuentas por pagar y por cobrar? Propongo que traslademos la situación  a la de los hogares, y analicemos si es posible vivir sin que nos paguen lo que se nos debe, o si resultaría lógico adquirir los renglones que nos venden en la bodega sin abonar por ellos el precio establecido.

¿Invitaría usted a su familia a comer en un restaurante y al concluir la cena se retira sin pagar? Ni pensarlo, como tampoco se le ocurriría entregar determinada cantidad de dinero sin consumir alimento alguno.

Sin embargo, aunque parezca increíble, la cadena de impagos crece por día, y según datos del periódico Granma, al cierre de febrero las cuentas por cobrar y por pagar crecieron más del cinco por ciento a nivel del país, en comparación con el mes de enero, mientras las cuentas por pagar vencidas suman casi  dos mil millones de pesos.

Y a pesar de los reiterados alertas, llamamientos, críticas y regaños de la más alta dirección del país a los organismos y entidades, año tras año quedan en el campo, sin aprovecharse toneladas de plátano, tomate o frutas, por solo mencionar tres renglones del amplio universo agropecuario.

Resulta imperdonable que un productor de alimentos entregue sus viandas, sus frutas, carne o leche y demore más de lo imprescindible en cobrar por el cumplimiento de una  misión de tal magnitud, y aunque se ha avanzado en la organización de ese aspecto en particular, aún queda mucho trecho en el camino de una gestión eficiente y eficaz.

Reservas productivas hay muchas en el seno de nuestro movimiento obrero, pero también es preciso subir a la palestra de la cotidianeidad las enormes reservas organizativas, de control y de exigencia que todos sabemos existen en todos los centros de producción y servicios del país, porque esa es una responsabilidad de todos y en esta afirmación no caben excepciones.