El bombardeo naval a Santiago de Cuba el 31 de mayo de 1898, hace 125 años, como parte de las acciones bélicas de la guerra hispano cubano norteamericana, resulta una real evidencia de las primeras acciones en la Isla de la intervención yanqui, que frustró el ideal martiano de lograr la independencia con la contienda de 1895-1898.

Las tropas estadounidenses tuvieron como primer blanco hacia el interior de la dársena santiaguera al buque español Cristóbal Colón, sin acertarle; los proyectiles explotaron en objetivos civiles con gran ruido y conmoción para la ciudad, que no era atacada vía marítima desde la época de los corsarios y piratas, por lo que muchos habitantes trataron de salir del alcance de la agresión a como diera lugar.

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Los bombardeos no tuvieron mayores resultados militares aunque sembraron el temor entre la población civil. Hasta nuestros días llegan testimonios mediante hallazgos de proyectiles sin explotar, encontrados en las cercanías de Santiago de Cuba.

Existe una revelación sobre esos cañoneos navales, aportado por un observador de la guerra del zar ruso ante el Estado Mayor de ese país, del que se conoce su seudónimo de “Ermalov”, tal como firmó en su informe al emperador del Kremlin sobre lo que vio en Cuba y que fue hecho público en 1899 por la corte rusa.

Escribió el agente en cuestión que "(...) La guerra comenzó con un bloqueo de La Habana y de un sector de la costa norte de Cuba, desde Cárdenas hasta Bahía Honda, así como con la captura de naves mercantes españolas aunque (...) todos estos cañoneos pusieron en claro que la artillería naval es inútil e impotente para silenciar la artillería costera.

Al parecer la primera la opción de la invasión del ejército estadounidense sería por la región occidental para tomar La Habana y el puerto del Mariel, pero el espionaje pudo patentizar las dificultades de un desembarco en esas regiones tan fuertemente defendidas.

La efectividad de esas defensas fueron comprobadas durante la noche del 13 de junio de 1898 por la tripulación del USS Montgomery, cuando se acercó demasiado a las 10 descomunales piezas de 305, 280 y 150 mm que defendían la Loma de Taganana, donde se alza hoy el Hotel Nacional, y tuvo que retirarse alcanzado por el fuego hispano.

Por el contrario, la situación militar en la región de Santiago de Cuba era diferente y aseguraba a los invasores mayores posibilidades de éxito, ya que estaba pobremente defendida por obsoletas baterías navales, algunas de bronce del siglo XVIII, lo que además contrastaba con la presencia de las principales fuerzas del Ejército Libertador que desde las estribaciones montañosas rodearon la ciudad y aseguraron el desembarco estadounidense.

Además, con la entrada y embotellamiento en la bahía santiaguera de la anticuada y en número inferior Escuadra Española del Almirante Pascual Cervera, su destrucción significó un tiro al blanco para la flota de Estados Unidos cuando salieran a mar abierto, con lo cual se aseguraba la derrota de las fuerzas navales y de tierra de las fuerzas colonialistas en esa región, como ocurrió más tarde.

Hasta nuestros días llegan testimonios de hallazgos arqueológicos de proyectiles sin explotar encontrados en las cercanías de Santiago de Cuba y que traen a la memoria que las salvas con que el gobierno estadounidense inició su primera guerra imperialista también se dispararon en esa región.