#Cuba: Mortalidad infantil, la Mejor en América

Al evaluar los últimos doce meses cubanos, sostuve que el grueso de nuestro pueblo protagonizó una hazaña, a juzgar por los indicadores de la economía y del bienestar social. En específico, apunté que observaciones dignas de encomio me conducían a subrayar que la tasa de mortalidad infantil en 2017 alcanzaba 4,2 por mil nacidos vivos hasta Noviembre (1). Sin embargo, apenas unos días después, el indicador relacionado con los niños/as, por sí solo, alcanzaba la categoría de Proeza —¡en toda América! Me explico.

Para aquilatar en su justa medida de qué estoy escribiendo, traigo a colación un trabajo publicado a finales del pasado Junio haciendo contar que Luisa Brumana, asesora en Salud de Unicef para Latinoamérica y el Caribe, al citar el informe Reducir las diferencias: El poder de invertir en los niños más pobres, dijo:

“Claramente tenemos una región desigual, con marcada inequidad para madres y niños en sus propios países”. “Hay muchas inequidades que deben ser prioridad para los Gobiernos, llegar a los que más sufren, que son los niños pobres, con madres con baja escolaridad y muchos de ellos de minorías étnicas como los indígenas”. “Que tengamos casi 200.000 niños que mueren y que esas muertes sean prevenibles es alarmante, eso no debería pasar, hay formas de evitarlo” (2).

En el mismo trabajo se da cuenta de que, según datos de Unicef, se estima que en América Latina 196 mil niños/as menores de 5 años mueren cada año por causas prevenibles, de los cuales 167 mil (85 %) tienen menos de un año, es decir que en la región muere un niño cada tres minutos; al tiempo que el riesgo de perder la vida antes de los 28 días de nacido en las naciones más desposeídas del Sur del Río Bravo es 2,5 veces mayor que en los países pudientes, amén de que el riesgo de que un crío muera antes de cumplir un lustro es tres veces mayor.

No paso por alto que el propio organismo de Naciones Unidas a cargo de los más pequeños/as se había propuesto el objetivo de reducir la mortalidad infantil para 2015 en dos terceras partes: del indicador de 93 bebés por cada 1000 que morían antes de cumplir cinco años en 1990, a 31 por cada 1000 en 2015. Tampoco, que a la sazón anotaba que alrededor de 29 mil niños y niñas menores de cinco años —21 por minuto— mueren todos los días por causas que se podrían evitar como la diarrea, el paludismo, las infecciones neonatales, la neumonía, el parto prematuro o la falta de oxígeno al nacer (3).

Un escenario completamente distinto es el que tiene lugar en este orden de ideas en todo nuestro archipiélago nacional.

Acaba de trascender que Cuba alcanzó al cierre del 2017 la tasa de mortalidad infantil más baja de su historia, con ¡4,0 por cada mil nacidos vivo! Ello representa que hubo 32 defunciones menos que en el 2016, al calor de otros indicadores halagüeños: se reduce la mortalidad neonatal (menores de 28 días de vida) de 2,4 a 2,1 por cada mil nacidos vivos; y disminuye la tasa de mortalidad por afecciones perinatales de 1,5 a 1,3, y dentro de ellas las causas relacionadas con la prematuridad —entre otros parabienes (4).

El asunto es tanto más significativo, si tomo en cuenta que la búsqueda acerca del mismo indicador en EEUU y Canadá mostró lo siguiente —incluso con el referente de que Cuba sea medida en 2016 cuando alcanzó 4,3 (5): la mortalidad infantil por cada mil nacidos vivos en el año que acabo de citar, en el primero de esos países es de 5,8 y en el segundo es de 4,6 (6 y 7).

Así, cuando medito y vuelvo a meditar en que ni el incremento del Bloqueo yanqui ni el huracán Irma ni otras dificultades (8) pudieron impedir el muy prodigioso resultado alcanzado por la Isla en relación al fallecimiento de los más pequeños/as en el contexto del Hemisferio Occidental, con sano orgullo exclamo a los cuatro vientos: la Mortalidad infantil en Cuba, la Mejor en América, muestra la Vitalidad de su Revolución. ¡Enhorabuena!