Rutas y andares de Eusebio Leal

Panel integrado por los intelectuales Ana Cairo Ballester, Félix Julio Alfonso, Eduardo Torres Cuevas, Araceli García Carranza, y el moderador Mario Cremata, junto a Eusebio Leal Foto: Juvenal Balán

Haber asistido al coloquio Homenaje  a Eusebio Leal, celebrado en la sala Nicolás Guillén de la Cabaña, como parte del agasajo que le reserva la 27 Feria Internacional del Libro La Habana  2018, viene a revalidar la impresión común  de que este  hombre ha vivido la vida de muchos otros hombres.

Muy cercanos le resultan al Historiador de La Habana nombres como los de los doctores Araceli García Carranza, prestigiosa bibliógrafa; los profesores y  ensayistas  Félix Julio Alfonso y Ana Cairo, y el investigador Eduardo Torres Cuevas, amigos entrañables que acudieron con beneplácito a recrear desde distintas perspectivas la azarosa historia del homenajeado en un panel moderado con singular destreza por el periodista y editor Mario Cremata, director de Ediciones Boloña.

Como una película de esas que nos atrapan, y cuyos pasajes no nos son del todo ajenos, fluyó la disertación iniciada por García Carranza quien para presentarlo lo catalogó como un hombre excepcional, orgullo de este pueblo que lo ha viso recorrer las calles de La  Habana, desde el 59, con apenas 17 años,  cuando no solo soñaba con la restauración sino que llevaba piedras y adoquines para construir y reconstruir. Y así lo vio Alejo Carpentier, apuntó, quien sin saber quién era este joven,  advirtió no perderlo de vista. 

García Carranza y su hermana Josefina García Carranza, también bibliógrafa,  ya desaparecida, tomaron la determinación de compilar su obra sin saber entonces que con ello demostrarían esa excepcionalidad que tantos le reconocen. Se trata de volúmenes que abarcan la vida de Leal desde 1942 hasta el 2012, explicó, y aseguró que desde el 2013 hasta nuestros días hay mucha obra aún que compilar.

La elevación en los últimos tiempos de su oratoria, iluminada cada vez más por su patriotismo, fue otro elemento destacado por García Carranza, quien abundó en la bibliografía activa de Leal donde  cuentan, además de sus entrevistas – donde está su ideario como historiador, político  e intelectual- su monumental programa Andar La Habana y sus participaciones en la Emisora Habana Radio, fundada por él.   Si parte de su obra ha escapado a la letra impresa se debe a que ha respondido a la urgencia de su tiempo, expresó.

Leal ha logrado que la Oficina del Historiador salga al paso a los problemas de la comunidad, tarea que le ha exigido un esfuerzo sobrehumano, continuó García Carranza y después de citar un sinnúmero de proyectos sociales de ese trozo habanero, apuntó que Leal lucha por la dignidad de la vejez y no se aparta del concepto de la belleza para poner al alcance de su gente una ciudad viva.

Nuestra bibliografía no solo sienta pautas para una biografía de Leal, sino es inventario precioso de su vida y la obra, explicó la profesional y llamó gestión de gladiador a todo el empeño por traer el Martí ecuestre develado el pasado 28 de enero. «Leal invoca constantemente la obra de Emilio Roig,  porque es muy leal», comentó,  y valoró su obra como continuadora de la del primer Historiador que tuviera La Habana. Si Roig estuviera hoy aquí, habría reconocido como buen maestro la inmensidad de  obra de su discípulo, aseguró.

El patriotismo y la obra del Historiador de La Habana fueron los tópicos defendidos por Alfonso, quien afirmó que pocas veces en la historia de la isla se ha podido verificar un coincidencia tan absoluta entre una trayectoria personal y la vida de una institución como en los casos de ambos historiadores y dedicó justas palabras a la labor primicial de Roig.

En la intervención, el homenajeado fue recordado como protagonista de la Revolución victoriosa a la que se sumó desde su condición de militante comunista y religioso y a la que abrazó por sus condiciones éticas y patrióticas.  El panelista recordó los primeros tiempos al frente de la Oficina en los que Leal se convertía en un comunicador del patrimonio, dictando por días, meses y años incontables conferencias y charlas para lo que se trasladó a diferentes sitios del territorio,  y se refirió a su tenacidad dirigida también a rescatar objetos valiosos que se hallaban en el extranjero, relacionados con la historia de la isla, así como la  notoriedad que fue alcanzando entonces  por lo que fue visitado por figuras internacionales que se interesaron  por la historia de Cuba.

Apasionado por todo tema de la historia de Cuba, Leal dicta conferencias en Cuba y fuera de ella en diversos escenarios, lo mismo en universidades que en fábricas y empresas, comentó Alfonso y en sus palabras tocó el hecho de ser Leal un autodidacta que no tenía, al inicio de sus labores administrativas, estudios superiores. En síntesis, explicó cómo el Historiador alcanzó su título de Licenciado en Historia que superaría años después con el doctorado y contó en su intervención el hermoso gesto que protagonizara el graduado, cuando  al bajar con su título por la escalinata universitaria le colocara al Alma Mater una rama de laurel. 

Cuando en 1982 La Habana y su sistema defensivo fueron declarados Patrimonio de la Humanidad, en buena medida ese reconocimiento se debió a la labor realizada por Leal, aseguró Alfonso.

Para Cairo, quien abordaría el humanismo de Leal,  fue preciso, como también hicieran otros ponentes, recordar primero a Roig, y destacar que fue en su desempeño como Historiador de La Habana   que se hicieron las primeras Ferias del libro, en el Parque Central.

La doctora consideró a Leal como un ejemplo de humanismo revolucionario que superó a su maestro. Dijo que representa a la intelectualidad que se formó en una cultura autodidacta como muchos otros, de esos que no tenían dinero alguno y se esforzaron por estudiar, un buen ejemplo de cómo una persona pobre puede crecer. Es portador del humanismo del que se hace a sí mismo, dijo, y lo valoró como una de las mejores expresiones de la Revolución Cubana,  ejemplo de las mejores virtudes de un revolucionario.  

Otro de los asuntos referidos por la panelista fue la audacia para hacer y discutir, de la que es dueño Leal, así como el cariño que le profesa todo el pueblo, que lo ha convertido en un mito. «Eusebio es un buen hijo de Fidel» enunció  y recordó cómo en ambos casos el pueblo los denominó  a ambos, siempre,  con cercanos apelativos, como Eusebio y Fidel. 

Para Torres Cuevas Leal ha sido un hombre  muy ligado a la Revolución Cubana.  Había una Habana vieja que él convirtió en comercial. Leal se lanzó al rescate de la Habana Antigua, como se le debe decir  -y no vieja- porque en ella está la monumentalidad que él rejuveneció, explicó.

En su disertación  hubo espacio para encomiar la sensibilidad, la inteligencia natural y la capacidad para crearse a sí mismo de «uno de los hombres más reales y más útiles de nuestra época»,  que rescató el lenguaje de las piedras y trabaja por una ciudad viva.  A esto le llamó el ponente hacer obra patriótica y declaró sentirse orgulloso de que su generación haya acompañado a esta  figura emblemática.

La intervención de Leal estuvo matizada por la emoción y el humor. Trazos de simpáticas anécdotas y otras de sugestivos impactos caracterizaron sus palabras que rememoraron a su madre, a sus maestros y a coetáneos y coterráneos de su infancia y juventud. Contó cómo en medio de contradicciones personales en su condición de fidelista y cristiano se hizo militante comunista,  en cuyo proceso jugaron un papel crucial Celia y el Comandante en Jefe de la Revolución Cubana,  a quien hizo referencia en varios momentos de su plática.

En su discurso habló de  grandes hombres como Félix Varela y José María Morelos, entre otros, que fueron patrones en su espiritualidad,  y aludió a momentos de altísimo altruismo como cuando integró la Campaña de Alfabetización. «Participé en la Victoria de la Alfabetización», dijo con orgullo.  El mejor tiempo es el que nos ha tocado vivir, dijo convencido. «Lo único que siento es que me llegó tarde el amor y la fama».

Unas ovaciones a sus palabras precedieron la entrega que se le hiciera, para concluir el homenaje, del sello Antonio Bachiller y Morales que otorga la Asociación Cubana de Bibliotecarios.

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