Apertura para adictos a la marihuana en Ejército de EE.UU.

“¿Fumabas marihuana y quieres ir a la guerra? El Ejército te lo permite”. Ese es el llamado o anuncio promocional que la prensa hispana empezó a reproducir recientemente en EE.UU., como parte de un esfuerzo mayor de reclutamiento para el estamento militar.

Así titulaba un reciente reporte el diario miamense El Nuevo Herald donde se anuncia que dada la orden de acrecentar el número de efectivos militares de EE.UU. y el incremento de estados norteamericanos que han legalizado o despenalizado el uso de la hierba, el Ejército otorgará exenciones a quienes hayan consumido esa sustancia y quieran enrolarse en aventuras militares de la superpotencia.

De acuerdo con la información, el número de exenciones otorgadas por el ejército a fumadores de marihuana ascendió a medio millar este año comparado con los 191 del 2016. Añade que hacía tres años no se otorgaban este tipo de flexibilizaciones y lo justifica con la necesidad de cumplir la orden de aumentar las fuerzas que ha dado la Casa Blanca.  El ejército incorporó casi 69 mil reclutas este año, unos 6000 más que en 2016.

El único requisito es que los adictos tienen que comprometerse a no consumir la droga mientras cumplan servicio en las fuerzas armadas. “Mientras comprendan que no pueden hacerlo mientras hacen el servicio militar, daré todas las exenciones que quieran”, afirmó el mayor general Jeff Snow, jefe del comando de reclutamiento del ejército.

Agregó que las cifras de exenciones aumentarán en la medida en que se incrementen los estados donde la droga sea permitida. Actualmente, en ocho está legalizada la posesión de marihuana  y en otros 13 estados la han despenalizado, lo que significa que la posesión de una pequeña cantidad es el equivalente de una infracción de tránsito u otra menor que no se castiga con cárcel. Otros 29 junto con la capital y los territorios de Puerto Rico y Guam permiten el consumo con fines terapéuticos.

De acuerdo con el reporte, últimamente el Congreso y otros ámbitos han expresado preocupación por la caída de la calidad de los nuevos reclutas, pues datos del Ejército revelan que más de 8 mil reclutas recibieron exenciones en 2017, comparado con 6700 el año pasado, la mayoría por razones de salud física o mental.

En ese sentido sobresale que las de exenciones por consumo de marihuana representan el 25% del total de las otorgadas por malas conductas en el año fiscal que concluyó el 30 de septiembre. Además representan el 50% del aumento general de exenciones otorgadas a quienes la necesitaban para algún tipo de mala conducta.

Además de la mala calidad de los reclutamientos llama a la suspicacia el hecho de que unas fuerzas armadas que han sido acusadas en el pasado de disponer de un “arsenal alucinógeno” que ha utilizado en guerras recientes para manipular a sus propios efectivos, la población civil y sus adversarios, esté apostando al empleo masivo de adictos para próximas aventuras bélicas.

De acuerdo con el libro “Las drogas en la guerra”, del polaco Lukasz  Kamienski,   la de Vietnam es “la primera verdadera guerra framacológica” con un consumo entre el personal militar estadounidense que alcanzó cotas nunca vistas. El estudio apunta que en 1973, año de la retirada de EE.UU. del país asiático, el 70% de los soldados tomaban algún estupefaciente, fuera marihuana, dexedrina, heroína, morfina, opio, sedantes o alucinógenos.

Señala que no menos descabellados han sido proyectos posteriores de EE.UU. como el de bombardear con feromonas a las fuerzas enemigas para descontrolar sexualmente a los soldados o el de usar viagra con los integrantes de las fuerzas especiales propias para hacerlos más agresivos.  Las feromonas son sustancias químicas para provocar comportamientos específicos en otros individuos.

El estudioso polaco califica de hipocresía que haya “unas políticas antidrogas muy restrictivas … y en otros casos políticas oficiales de distribución de estas sustancias a los soldados en la guerra”.

La convocatoria de adictos a la marihuana para ingresar al Ejército de EE.UU. dispara las alarmas cuando se incrementan los presupuestos militares a niveles exorbitantes, cuando Washington instaura una política exterior de amenazas de exterminio contra sus enemigos, de sanciones contra adversarios y superpotencias, de venganza y represalias, y es cuestionada la capacidad del ejecutivo para la conducción estratégica.