Una mulata camagüeyana llamada Dolores Rondón

En el cementerio de Camagüey hay una tumba, visitada a diario por cientos de agramontinos y foráneos con una lápida que dice asi:

 

 

La mulata camagüeyana Dolores Rondón heredaba los atributos de   la mujer, en la dominación española sobre el Nuevo Mundo. De aquellos remotos antecedentes, proviene el desenlace.

 A su espíritu mestizo se debe una décima sobre los infortunios de una vida que va más allá de la aparente leyenda acerca de una bella mujer que muere de tisis o de alguna epidemia local y comienza a yacer en el camposanto, bajo un singular epitafio.

  La lápida se le atribuye a un barbero con aficiones poéticas de apellido Moya  y cuya vocación literaria se califica como proverbial.

 Lo cierto es que desde la más antigua noticia acerca del hecho y de la obra, publicada en una gacetilla del periódico camagüeyano "La Luz", el 3 de febrero de 1881, a él se le confiere la autoría.

 Su barbería, "La Filomena", presuntamente en la calle Jesús María, hoy Padre Valencia, era refugio habitual de poetas y trovadores, ubicación que no se corresponde con otras versiones que la sitúan hacia las vías Hospital u Honda, más próximas al cementerio local.

 A favor de esta dirección se tiene en cuenta la posible residencia de Dolores Rondón en el mismo barrio popular de Hospital entre San Luis Beltrán y Cristo, y su condición de hija natural del comerciante español Vicente Rams.

 Se asegura, eso sí, que el joven barbero prodigaba requiebros a la mulata que, con voluptuosa prestancia, transitaba ante el establecimiento donde él hilvanaba versos que soñaba cumplir a pesar del desdén de la joven.

  La versión popular habla sobre la hija natural de un hombre acaudalado, bella y orgullosa, que rechaza el amor de un barbero, se casa con un militar español, y luego de varios años, viuda y empobrecida, regresa a la ciudad, donde muere y es destinada a la fosa común.

 Como en esas fosas no se identificaba a los cadáveres, ni existía inscripción presumible, su historia se ha calificado como relato legendario y de adición al epitafio.

 Lo cierto es que la decisión oficial del alcalde Pedro García Grenot de construir en 1935 un túmulo en el cual se grabara el texto, ha contribuido a perpetuar la versión legendaria.

 El monumento y su cruz se atribuyen, por cierto, a Pascual Rey Calatrava, exquinto en el Ejército español antes de pasar a las filas mambisas, quien, se asegura, también fabricó el sarcófago para inhumar los restos de José Martí después de su caída en Dos Ríos.

 Una coincidencia histórica más consistente indica que su tarja se situó ante el panteón de la familia Agramonte y de otros notables, sobre lo que debe tenerse en cuenta que los restos del Mayor General Ignacio Agramonte y Loynaz fueron también, en su momento, destinados a la fosa común.

 Una crónica publicada en la web local Puerto Príncipe Cultura admite la existencia de la barbería de Francisco Juan de Molla y Escobar y reconoce que los historiadores han encontrado la existencia real de una parda, nombrada María Dolores Aguilera, hija natural, por lo que también aparece como Dolores Rondón; quien nació en 1811 y murió de tisis en 1863, soltera y sin descendencia

 El sitio oficial de la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey explica   que hacia 1863, el barbero, quien atendía en el Hospital de Mujeres a las enfermas de una epidemia de viruela, descubrió allí a Dolores Rondón, moribunda, desfigurada, pobre y olvidada por todos.

"Poco después, sobre la fosa común donde fue enterrada apareció una tabla con el epitafio que perdura hasta nuestros días

  La mulata camagüeyana que descorrió sus cerrojos ante algún conquistador hispano, luego de haber ignorado los requiebros de un compatriota mestizo, resulta así protagonista de unos versos que trasmiten, perpetuada, la lección ejemplar y postrera de su vida y de su muerte.

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