«Solo por tí, siempre por tí»

Un amor eterno desde el Camagüey

Como legado histórico se considera el  intercambio de correspondencia amorosa  del mayor general independentista Ignacio Agramonte y su eterna novia Amalia Simoni. La autenticidad de los sentimientos expresados certifica que lo bueno, y lo noble, es siempre creíble y hasta imperecedero.

 Las cartas pueden dividirse en tres etapas: inicio del noviazgo hasta el matrimonio; la Guerra, cartas desde la manigua; y Destierro de Amalia, el exilio.

 Comenzó la pareja una relación idílica mediante un extenso epistolario, en el que Ignacio así define su amor por Amalia: yo no te quiero casi como tú a mí. Si quieres tener una idea de mi amor, multiplica el tuyo, que me figuro que es grande, por la inmensidad del espacio y por la eternidad del tiempo y su resultado te la dará.  

 El dominio español preocupaba a la pareja; ella lo aborda y él le contesta: En una de tus cartas leo estas palabras: tú deber antes que mi felicidad es mi gusto, Ignacio mío. Y cómo no amarte si eres tan grande, si tan elevado es tu corazón.

 Sí, Amalia, me siento arrastrado hacia ti porque se ama lo bueno, y se adora lo bello. Sin embargo, yo te aseguro que vacilaría si alguna vez encontrara tu felicidad y mi deber frente a frente.

 La lucha independentista exige el mayor de los sacrificios, el deber y la felicidad se contraponen para siempre entre ellos.

 Amalia le suplica, pues la temeridad de Agramonte la horroriza, que por favor se cuide, por sus hijos, por ella y, sobre todo por Cuba.

 Agramonte no llegó a recibir la carta: once días después cae combatiendo en el potrero de Jimaguayú. Legó a la Patria su sangre generosa y su eterno amor.