La muerte se viste de droga e invade a EE.UU.

Es bien preciso el informe del Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos de América: Las drogas ocasionan más de 200 fallecimientos diarios en esa nación y de mantenerse la actual tendencia de crecimiento, para 2025 podrían sumar anualmente más de 70 000 las muertes por esa causa.

La situación ha llegado a extremos que obligaron a las autoridades a declarar hace dos años una emergencia nacional, mientras especialistas de la competencia de John Walsh, director para políticas de drogas del Centro de Estudios en Washington para Asuntos Latinoamericanos, responsabilizó de la situación a las políticas fallidas en la guerra contra ese flagelo.

Se dice que las  sobredosis han producido más víctimas que las guerras de Vietnam y Afganistán juntas, algo de lo que la administración de Donald Trump culpa a otros países, especialmente los de América Latina… vaya, es ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.

Como es bien conocido, el negocio de las drogas es uno de los más lucrativos para delincuentes y personas sin escrúpulos, pero a ese grupo de criminales hay que añadir ahora lo que  expertos llama “intereses y burocracias difíciles de derribar”.

Se ha divulgado en algunos medios  que varios monopolios farmacéuticos se han visto vinculados al engaño de pacientes y compañías de seguros de salud, y al soborno de personal médico, con el fin de que los galenos receten analgésicos adictivos.

La citada oficina señala que las regulaciones favorecen a las empresas y no a la salud de la población, pues en lugar de ampliar la red de hospitales y consultorios para el tratamiento de los adictos, los pacientes van a la cárcel, y en el peor de los casos a la tumba.

Si quienes dirigen  la primera potencia mundial, en vez de organizar el derrocamiento de gobiernos elegidos democráticamente, e  inmiscuirse en los asuntos internos de medio mundo (por la fuerza casi siempre) y en lugar de gastar cientos de miles de millones de dólares en armas, centraran sus esfuerzos y recursos en evitar ese cáncer social del cual  los Estados Unidos son el primer receptor mundial, habría solución a corto o mediano plazo.

Eso sí, habría que cortar el mal de raíz empezando por arriba, por los más ricos y las grandes empresas.