La ruta del criollo y su cultura

La Bayamesa es considerada la primera canción romántica trovadoresca cubana, compuesta en 1851 por Carlos Manuel de Céspedes y sus amigos José Fornaris y Francisco Castillo Moreno, para interceder en la desavenencia amorosa de este último con su novia Luz Vásquez. La canción corrió de boca en boca y recorrió caminos de la Isla.

En agosto de 1867, tras la fundación del Comité Revolucionario de Bayamo,  encargaron a Perucho Figueredo componer una Marsellesa a la cubana.  Orquestada por Manuel Muñoz Cedeño  se creó una marcha también nombrada La Bayamesa. Durante su interpretación pública fue considerada  su naturaleza patriótica hasta por el propio gobernador español.

El 10 de octubre de 1868 el abogado  bayamés Carlos Manuel de Céspedes cambia la marcha de nuestra historia al iniciar la guerra de independencia de España que gobernaba a Cuba con brazo de hierro ensangrentado.

El 20 del propio mes, tras la toma de Bayamo, Perucho dio a conocer al pueblo la letra de la “segunda” Bayamesa,  ahora como himno patriótico devenido después Himno Nacional de Cuba.

En la ruta del criollo y su cultura constituye ese acontecimiento un importante hito histórico, por lo que el 22 de agosto de 1980, el Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros de Cuba, acordó en su Decreto Nº 74 instituir el 20 de octubre como Día de la Cultura Cubana:

(…) en su inflamada música y poesía patriótica, canto pleno a la insurrección libertadora y la abolición de la esclavitud y manifestación artística de ese profundo e irreversible acto configurador de la conciencia cubana, expresión y símbolo más alto y genuino de nuestra cultura nacional.

EL CAMINO HACIA LA CUBANIDAD

Desde 1544 a 1689 la población de Cuba tenía una mezcla de  la cultura aborigen, española y africana. La mayoría, además, había nacido en el país. En este período presentan sus perfiles los criollos, un nuevo tipo social diferente a sus progenitores españoles, africanos e indios. Este es el resultado de la mezcla, selección y creación de los elementos humanos y culturales que convergen en la Isla.

Sus rasgos definitorios irían formándose a través de la interacción con el medio natural, social y espiritual: gustos, costumbres, tradiciones, hábitos, modo de pensar y actuar responden a las necesidades e interés surgidos en el medio social y cultural.

Esas generaciones comenzaban a expresar el sentido de pertenencia a la tierra, la cual defendían como una propiedad que no se dejaban usurpar por manos ajenas. Es el primer sentimiento del criollo que luego se transformaría en la nacionalidad cubana.

El poeta, narrador, ensayista y etnólogo Miguel Barnet, en un diálogo con miembros de la Asociación Hermanos Saiz (AHS) realizado en la Universidad de La Habana el 16 de mayo del 2017,  expuso una visión dialéctica entre los conceptos la cubanidad que es la calidad de lo cubano. Y cubanía es la vocación de ser cubano.

Lo cubano como esencia o como matriz cultural etnográfica mucho antes de ser motivo u objeto de teorizaciones, se expresó primero en las artes. Yo creo que el artista siempre ha sido una figura emblemática de la vanguardia, en todos los sentidos sobre todo desde el punto de vista de la intuición. Si pensamos en la música, veremos que los elementos llamados criollos, o sea, de cubanos ya nacidos en la Isla, están en las danzas de Manuel Saumell, luego en las contradanzas de un gran músico y compositor, Ignacio Cervantes, y en la música popular, en las zarabandas, en los minuets, en las chaconas amulatadas en géneros que derivaron todos de ritmos y danzas europeas, sobre todo francesas […]  Y qué decir de la plástica, la plástica cubana, que se inició como casi todas las expresiones de este continente básicamente en la religión. Tuvo uno o dos artistas plásticos que definieron lo cubano poniendo en sus cuadros un hombre negro en un óleo religioso. Es el caso de Nicolás de la Escalera […]José Antonio Saco, sociólogo empírico, pionero de la visión sociológica de la cultura, tuvo el valor de asumir ciertos estratos populares, entenderlos, analizarlos; estudió el juego, la vagancia, los males de la sociedad, de la “mala vida” y fue el verdadero pionero, de la sociología cubana y de los estudios etnográficos.

La otrora Villa de Santa María del Puerto del Príncipe (Camagüey) es el depósito de una joya cultural de los tiempos precursores del criollo multicultural: Espejo de Paciencia. Es  ese un poema épico histórico escrito por Silvestre de Balboa en 1609, basado en un hecho real ocurrido cuatro años antes en el que se utiliza por primera vez la palabra criollo.  En el texto se aprecian un fuerte sincretismo religioso y cultural: ritos africanos, aborígenes. Expresa la debilidad del indio y la fortaleza física del negro.

Lo interesante  consiste que esta obra literaria, junto a otros sonetos del propio autor, no surge de la nada, sino que revela para los historiadores la presencia de bien dotadas bibliotecas privadas principeñas, producto de la adquisición y encargos a España, además de las provisiones traídas por viajeros y jóvenes residentes que iban a cursar estudios superiores en importantes ciudades europeas.

Aunque algunos autores refieren que esa identidad del criollo se aprecia en la defensa de la villa de Guanabacoa por las milicias criollas dirigidas por Pepe Antonio, ante la toma de La Habana por los ingleses en el año 1762; sin embargo más de un siglo y medio antes, como expresión de sentimiento de patriotismo entre la población, en 1603 los bayameses tomaron las armas para defender ante las autoridades españolas, su derecho de subsistencia a través del comercio de contrabando.

También hay que tener en cuenta las sublevaciones de los vegueros entre 1717 y 1723, ante el establecimiento del Estanco del Tabaco, que daba el control total de la compraventa de este producto a España, lo cual facilitaba a los peninsulares un provechoso negocio.

La Máster en Ciencias Tania Machado Martínez, del Archivo Histórico Provincial Villa Clara, afirma en una de sus investigaciones que el siglo XVIII fue el momento más relevante de nuestra cultura colonial.

La literatura, la arquitectura, la pintura, la música, son expresiones artísticas que enuncian la cristalización de lo que luego se denominaría, estilo colonial cubano, la cual estuvo vinculada a tres acontecimientos: una burguesía agrícola criolla, la toma de La Habana por los ingleses y la independencia de los Estados Unidos que se convierte en consumidor de productos procedentes de la Isla.

SOÑAR CON LOS OJOS BIEN ABIERTOS

 

En los sueños de independencia,  según expone la Máster en Ciencias Elda E. Cento Gómez, fue Puerto Príncipe uno de los escenarios claves en las ideas abolicionistas de la rebelión de negros y mulatos encabezada por José Antonio Aponte (1812), la que junto a otras acciones semejantes acrecentó el miedo de los funcionarios del gobierno español a las insurrecciones o de invasiones procedentes de México y la Gran Colombia.

Una vez fracasados los intentos reformistas en los asuntos políticos (separación del mando civil y militar, corporaciones insulares para atender intereses de la isla), sociales (abolición gradual de la esclavitud) y económicos (absoluta libertad de comercio), del llamado Partido Reformista en la Junta de información, Madrid (1866-1867), se desataron los ideales con una tendencia evidente a la revolución contra España.

Este criollo va manifestando sus ideales a través del arte, la música popular, la literatura y la historia. Su ideología va madurando en la medida que crece su identificación con la naturaleza, con su suelo, en la medida en que sus deseos de reafirmarse como algo diferente, nuevo y superior cobra fuerza.

Una personalidad principeña que alternó sus conocimientos intelectuales con trascendentales  ideas independentistas fue Gaspar Betancourt Cisneros, quien representó el romanticismo literario. Alcanzó renombre hacia la década del treinta del siglo XIX con los textos costumbristas “Escenas Cotidianas”, publicados en la Gaceta de Puerto Príncipe, y también por el despliegue del género epistolar.

Como una sentencia en su momento histórico son sus palabras de que sin revolución no hay Patria posible; ni derechos, ni virtudes ni honor para los cubanos.