El camino de la formación de la nacionalidad cubana

La denominación de criollos identificó a los descendientes de familias españolas y de otros orígenes europeos nacidos en la Isla, que constituían la mayoría de la población desde el mismo siglo XVI, según afirman etnólogos e investigadores. El concepto merece una reflexión teórica más profunda, pues no solo el lugar de nacimiento caracterizaba al criollo. Son desacertados  si se enfocan de una manera extrema, dogmática o reduccionista.  

El perfil  diferencial del criollo cubano es el resultado de la mezcla, selección y creación de los elementos humanos y culturales de españoles, africanos e indios. Con la sucesión de generaciones comenzó a expresar el sentido de pertenencia a la tierra, la cual defendían como una propiedad, y no se dejaban usurpar por manos ajenas. Es el primer sentimiento que luego se transformaría en la nacionalidad cubana.

A pesar de la convivencia con los colonizadores, el criollo es un sujeto de que toma conciencia de sí mismo y muchos se reconocen como alguien diferente al “español”, en tanto prevalece el amor por la naturaleza de la Isla. Manifiesta, además, sus ideales a través del arte, la literatura y la historia.

El Presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), Miguel Barnet destaca: “En primer lugar cubanidad es la calidad de lo cubano. Y cubanía es la vocación de ser cubano”.

Algunos autores refieren que esa identidad del criollo se aprecia en el sentimiento de patriotismo durante la defensa de la villa de Guanabacoa dirigida por Pepe Antonio, ante la toma de La Habana por los ingleses en el año 1762.

Sin embargo, más de un siglo y medio antes, en 1603, los bayameses tomaron las armas para defender, ante las autoridades españolas, su derecho de subsistencia a través del comercio de contrabando. También hay que tener en cuenta las sublevaciones de los vegueros entre 1717 y 1723, como consecuencia  del establecimiento del Estanco del Tabaco, que daba el control total de la compraventa de este producto a España, lo cual facilitaba a los peninsulares un provechoso negocio.

Para este momento histórico, es determinante los cambios en Europa, como la Revolución francesa y la implantación de la constitución en España, y la posterior influencia de la independencia de México, Centroamérica, Venezuela, Colombina y numerosas naciones en América, constituyeron opciones en el desarrollo del pensamiento de los naturales de la mayor isla antillana.

 

En la formación en la Isla de un pensamiento independentista, es obligada la referencia al ideario revolucionario del sacerdote católico Félix Varela (1878-1853), quien cambió las concepciones de la sociedad para buscar un rumbo propio al cubano, con las cuales inoculó el sentimiento del criollo.

Los historiadores destacan su intensa actividad intelectual, a la cual prestaron atención los órganos de prensa más importante de la colonia, que hicieron eco de las ideas renovadoras del presbítero, quien en 1823 fue elegido como diputado a las Cortes, ocasión en la que elabora una constitución autonómica para Cuba y un proyecto de abolición gradual de la esclavitud. Lamentablemente no pudo desempeñar el cargo. Fernando VII, de vuelta al trono español, disolvió las Cortes y restableció el régimen absolutista.

Obligado al exilio, por sus ideales, Valera se ocupa de orientar a los cubanos “a ocuparse de la suerte de su patria”, a través de las páginas del El Habanero, editado en Estados Unidos

Una vez fracasados los intentos reformistas en los asuntos políticos (separación del mando civil y militar, corporaciones insulares para atender intereses de la isla), sociales (abolición gradual de la esclavitud) y económicos (absoluta libertad de comercio), del llamado Partido Reformista en la Junta de información, Madrid, (1866-1867) se desataron los ideales con una tendencia evidente a la revolución contra España. Los más por la independencia absoluta, los menos por la anexión a Estados Unidos

El 10 de octubre de 1868 el bayamés Carlos Manuel de Céspedes cambia la marcha de nuestra historia al iniciar la guerra de independencia de España que gobernaba con brazo de hierro ensangrentado. El 20 del propio mes se dio a conocer al pueblo la letra de La Bayamesa, Himno Patriótico Cubano devenido en Himno Nacional.

En ese periodo de luchas se destaca -aun con tendencias más radicales que Céspedes, como el caso de la abolición de la esclavitud- la presencia de Ignacio Agramonte y Loynaz, quien organizó la famosa caballería camagüeyana y cayó en combate en 1871.

También hay que mencionar los extraordinarios aportes a la lucha que hiciera el dominicano Máximo Gómez Báez, quien organizó la primera carga al machete el cual se convirtió en lo adelante en la principal arma del Ejército Libertador cubano. El fue el principal líder en la Batalla de Las Guásimas, donde el ejército peninsular tuvo la mayor derrota en los diez años de guerra.

Igualmente, se forjaron jefes como el tunero Vicente García y el mestizo Antonio Maceo, conocido como el «Titán de Bronce” y digna representación del mambisado anticolonialista y líder de pueblo. “Había nacido como la mayoría de los mambises de fila en cuna de palmiche…Asciende de soldado a mayor general con la misma naturalidad con que se encara la muerte” (Retorno a la alborada, Raúl Roa). Fue un revolucionario cabal y jamás se cansó, ni se desvió. El final de la guerra significaba para el la liberación de a dominación española y el establecimiento de una república igualitaria que reindivicaria los intereses de los criollos desde el punto de vista económico y social.

La Guerra de los Diez Años no tuvo un final feliz, por el incontrolable caudillismo y regionalismo, indisciplinas y la ausencia de un mando único desatado entre los cubanos que hicieron fracasar la unidad. En 1878, el habilidoso general español Arsenio Martínez Campos propuso al mando cubano el llamado «Pacto de El Zanjón», tras el cual se disolvió la cámara de representantes y se nombró una comisión para la capitulación.

Muchos de los criollos en guerra, sobre todo en la parte oriental de la isla, no aceptaron las enmiendas del pacto, e incluso lo hicieron notar públicamente como fue el caso del Mayor General del Ejército Libertador Antonio Maceo, que protagonizara la Protesta de Baraguá, el 15 de marzo de 1878, para reiterar la necesidad de la independencia y la abolición de la esclavitud.

No obstante estos reveses, la gesta del 68 constituyó el crisol de la Nación Cubana, se fortaleció el orgullo nacional, incluso en su basamento jurídico con la Constitución de la República en Armas, aprobada en Guáimaro.

Poco después, durante los años del “reposo turbulento”, en el transcurso del cual Maceo, el primero de los viejos mambises en poner pie en tierra cubana, Calixto García y otros jefes organizaron sin fruto alguno la Guerra Chiquita, fue apareciendo en la vida política cubana, dentro y fuera del país, la figura culminante de las luchas por la independencia: José Martí, quien en 1892 constituyera el Partido Revolucionario Cubano, con el principal objetivo de la unificación de los revolucionarios.

A pesar del lastre que significaba en el ámbito nacional el Partido Autonomista y su avenencia con la colonia, los cubanos se lanzan de nuevo a la manigua redentora el 24 de febrero de1895. Los pinos nuevos se unen a Máximo Gómez, uno de los dirigentes supremos de la revolución de 1895, y a la verticalidad patriótica de Antonio Maceo para extender la guerra a toda Cuba, con la invasión desde oriente a occidente

Por otra lado, el poder de España se debilitaba rápidamente con su política de «Hasta el último hombre y hasta la última peseta». En esa situación se produjo, en 1898, la intervención de los Estados Unidos en la guerra tomando como pretexto el estallido del buque “Maine”, en el puerto de La Habana. La patriotería yanqui secuestra los esfuerzos de los criollos por emanciparse de la dominación colonialista.

 

Tras la derrota del ejército español, en la primera guerra imperialista, Washington no reconoció al gobierno de la República de Cuba en Armas, impidiendo incluso la entrada de las tropas cubanas a la ciudad de Santiago de Cuba.

La “guerra necesaria y justa” que predicaba Martí concluía de una manera abrupta, sin embargo el fin de la doctrina martiana, forjada en los valores épicos, morales y éticos que habían forjado a la nacionalidad cubana, fue inspiración en la continuidad de la lucha.

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Bibliografía consultada

  • De la Torre Molina, Mildred, artículo “Félix Valera, uno de los más eminentes pensadores cubanos” P
  • Fonseca García, Msc. Ludín B.,”Bayamo y la Nacionalidad Cubana”
  • Gertrudis Gómez de Avellaneda. Novela “Sab”
  • Ramírez Cañedo, Elier. Artículos periodísticos en “La Jiribilla”
  • Rodríguez Muñoz, Yaney. Desde los orígenes hasta el criollo. Monografías.com
  • Torres-Cuevas Eduardo y Oscar Loyola Vega. “Historia de Cuba 1492 -1898 formación y liberación de la nación”
  • Valdés Aguilar, José Gilberto. Guión documental La Cueva de María Teresa