Fidel, unidad y solidaridad

En el mundo de hoy mucho se habla, con argumentos más que sólidos, de
la solidaridad de los cubanos, estos sencillos y humildes habitantes
de una islita Caribeña que por encima de su pobreza, encuentran
recursos para compartir con otros más necesitados.

En todos los rincones del orbe los galenos de la mayor de las Antillas
(mayor  por la comparación con los minúsculos estados insulares que
nos rodean) han puesto bien alto la bandera del desinterés y el amor
al prójimo, con millones de vidas salvadas sin mediar el mínimo pago,
solo la sonrisa y el agradecimiento de los pueblos.

Pero esa condición que nos ha hecho crecer como seres humanos no
surgió de manera espontánea, sino que la plantó como la más valiosa
semilla el hombre que nos recordó la importancia de seguir el ideario
martiano, el mismo que desde muy joven puso su vida al servicio de la
patria  y una mañana de luz asaltó el cuartel Moncada para trazar el
rumbo de la lucha a millones de compatriotas.

Fidel, el mismo muchacho que ya en la hacienda de Birán gustaba de
recorrer los campos y compartir el magro almuerzo de los jornaleros,
la inmensa mayoría de ellos negros de Jamaica y Haití, quienes lo
amaban como a un hijo.

Aquel joven alto y fuerte que se enroló en una expedición más
peligrosa que atinada, para liberar a la República Dominicana de un
dictador asesino, y que no renunció en su larga y fructífera
existencia a uno solo de sus principios, basado en la ciclópea
expresión del apóstol de que ¨más valen trincheras de ideas que
trincheras de balas…¨

El capaz organizador que ideó y llevó a término la expedición del
Granma, en la que no todos los combatientes eran cubanos, como un
adelanto de su proyección continental.

Tiempo después, el invicto comandante llegó al llano con sus barbudos
y comenzó la construcción justiciera de una nueva Cuba, pero no perdió
tiempo en hacer patente, dentro de la natural discreción que exigían
los tiempos y la obra, su vocación liberadora latinoamericana.

El Congo, Argelia, Bolivia, son solo algunos ¨botones de muestra¨ en
el inmenso historial internacionalista de los cubanos, que tuvo su
momento cumbre en las victorias que en la Patria Africana, borraron el
oprobio del Apartheid de la faz de un mundo que se llama a sí mismo,
con toda hipocresía, ¨Civilizado¨.

Solo el pensamiento de gigantes como Fidel y Chávez, su prestigio y
sus principios, pudieron lograr la creación del ALBA, la CELAC, y más
cerca aún en la geografía política, la Asociación de Estados del
Caribe,  que han aportado fuerza a los lazos que estrechan un conjunto
de naciones de distinto idioma, diferentes formas de gobierno y de
orientaciones políticas e ideológicas diversas, pero con un
indoblegable afán de unidad.

Es una realidad incontrovertible el pensamiento martiano de que ¨es
preciso marchar unidos en haz apretado como la plata en las raíces de
los Andes…¨ pero también hay una verdad inmensa y es que el mar
Caribe, en vez de separarnos, nos une cada día más.