El fútbol ¿un llamado?

\"\"Por Ernesto Pantaleón Medina/Televisión Camagüey
En tiempos en que por las venas del planeta corre el fútbol con fuerza renovada,  a pesar de la trágica incongruencia de las guerras, las diferencias, el hambre y las enfermedades, bien valdría la pena detenerse sobre algunos aspectos acerca de los cuales pareciera que el deporte de las multitudes llama la atención.

Pongamos por caso un partido cualquiera, entre dos equipos a los que no unen otra cosa que no sea la pasión por ese hermoso arte de golpear con gracia y habilidad una pelota, hasta colocarla entre tres palos.

No pertenecen sus 22 jugadores al mismo continente, ni profesan igual religión, ni hablan un idioma siquiera similar; obsesionados corren por la cancha sin atender al cansancio, al clamor de los miles de espectadores que pudieran o no estar en contra; probablemente en esos 90 minutos olvidan que sobre la faz de la tierra existe cosa alguna que no sea la razón de su vida: el fútbol.

Contactos violentos hay a decenas durante el juego, se golpean accidentalmente (a veces no tanto) al ir a toda velocidad por la  veleidosa esfera, y en no pocos casos se producen caídas y hasta lesiones.

Pero el resultado habitual no es la reacción violenta, ni la respuesta airada, como no sea una mirada más o menos aviesa; lo común es que el derribado tome sin más la mano que le extiende el contrario, una palmada en el hombro y asunto concluido.

¿No pudiera esa actitud abierta, sin dobleces ni segundas intenciones, servir de reclamo y ejemplo a las naciones que más mal que bien, integran ese gigantesco conglomerado que se llama humanidad? ¿No sería esa una buena pauta para las relaciones entre todos los pobladores de la maltrecha tierra?

¿Podrían los fuertes, algún día, dejar de amenazar, atropellar o golpear a los débiles? ¿Por qué no zanjar cualquier conflicto por las buenas (tribunales y organismos hay más que de sobra), sin pensar con los pies, que es lo mismo que decir con cañones y misiles?

¿Qué les cuesta a algunos prepotentes dejar a un lado esa actitud y  no golpear, pero si por azar ocurriera el diferendo, tender la mano con humildad e hidalguía, para con una disculpa seguida de  buenas intenciones, dar por terminado el asunto?

Sirva el ejemplo de esos cientos de jóvenes blancos, morenos, árabes, chinos, africanos, europeos, americanos que disputan sobre el terreno con brío sin igual, pero con amor y hombría de bien, para que algunos gobernantes hagan un examen de conciencia y reaccionen… los humanos del mañana los recordarán con respeto y agradecimiento.