¿Quién parará la guerra?

Ojalá y los dioses, cualesquiera que sean y de cualquier credo, católico, ortodoxo, musulmán, budista, y hasta el dios desconocido de los ateos, permitan que un día los humanos podamos despertarnos y abrir los ojos y la mente a un mundo sin guerras, con su carga de desplazados, muertos, heridos, huérfanos y destrucción.

Pero a ese sentimiento tan legítimo como difícil de lograr es necesario, si se tienen los pies sobre la tierra, anteponer una verdad más grande que el Himalaya, el Kilimanjaro y los Alpes juntos: la guerra es uno de los negocios más lucrativos para las grandes potencias.

La perogrullada trae de la mano los enormes intereses que se mueven no solo tras bambalinas, sino delante de ellas también, relacionados con la producción, venta y distribución de engendros de exterminio.

El más simplista razonamiento permite deducir que si usted es propietario, o directivo de un consorcio que fabrica fusiles, granadas, bombas o misiles, lo hace para incrementar sus ganancias a través de la comercialización de esos artefactos.

¿Y cómo lograrlo si no hay países y pueblos exterminándose unos a otros? No existe manera de acrecentar el capital de los señores fabricantes si la paz reina sobre la tierra.

Y eso, al margen de intereses geo-políticos, del pillaje de recursos naturales como el petróleo, los bosques (y dentro de muy pronto, será el agua) que casi siempre están entre los primeros argumentos reales de los conflictos.

Ante tal cadena de realidades hasta el más optimista baja la mirada, y silencioso se esconde en el más alejado rincón del planeta, para rumiar su impotencia, porque aún los bienintencionados fracasan, aunque esos no se rinden en el empeño de legar a los pobladores de esta pobre esfera una vida menos peligrosa.

Y no pregunte usted si quien dirige los halcones es Bush, Clinton, Obama o Trump, o un poco más lejos, bajo la estrella de las seis puntas algún incontrolado lanza un proyectil con carga nuclear sobre palestinos, iraníes o sirios… da igual quien da la orden, todo sea en nombre de quien manda por sobre todo y por sobre todos en la ¨civilización¨ actual: el dinero.