Los oficios ¿cuestión de otra galaxia?

 

¿Acaso ha necesitado usted de los servicios de un plomero? ¿Busca un albañil para la reparación de su vivienda? ¿Hace falta un mecánico para resolver los problemas de su auto particular o los de algún centro laboral? ¿Es preciso reparar algún mueble?

Estoy más que seguro de que cualquier cubano respondería afirmativamente una o varias de estas preguntas, porque en honor a la más absoluta verdad, es un tremendo dolor de cabeza contar con el trabajo de esas personas duchas en cualquier oficio, y que antes abundaban e incluso tenían su bien ganado prestigio en el barrio, como operarios que solucionaban cualquier problema del hogar.

Según datos publicados al calor de las sesiones del XXI Congreso de la CTC, en el 2018 se ubicaron más de 134 000 personas en centros laborales, pero de ellos solo 770 eran egresados de escuelas de oficio, y 12 508 obreros calificados,   cifras que llaman la atención si se comparan con los más de 64 000 que buscaban empleo y fueron ubicados en el citado periodo.

No abogo por la reducción de las plazas para ingresar en las universidades o en los centros técnicos de nivel medio, por lo que representan la ciencia y la técnica para el desarrollo socio-económico del país, pero considero que sería muy saludable poner un acento más puntual en la formación de obreros.

Son esos hombres y mujeres quienes construyen, reparan, y también proyectan su iniciativa e inventiva hacia la solución de problemas vitales, como puede comprobar muy fácilmente aquel que visite un central azucarero en etapa de reparaciones e inversiones, y podrá conocer de primera mano las decenas de respuestas que aportan los sencillos operarios de los ¨hierros¨ a complejas situaciones que hacen sudar a más de un avezado ingeniero o tecnólogo, sin que ello signifique que los estudios superiores no tengan el enorme peso que la vida les otorga.

Muy gratificante es observar un edificio de varias plantas, o una enorme industria, un puente o un embalse, diseñados por profesionales que se formaron en las universidades, pero ¿quiénes materializaron esos proyectos? Los obreros.

Según datos del congreso obrero, en el país existían el pasado año  más de 76 000 ciudadanos sin vínculo laboral, un número que creció en relación con la etapa precedente,  una cifra significativa de quienes  aún en la edad establecida, no estudian ni trabajan, algo nocivo para la sociedad por cuanto constituyen una carga para los que sí laboran y generan bienes a los cuales acceden con igualdad de derechos aquellos que no aportan.

Nuestra sociedad está urgida de motivar a esas personas que no sienten el incentivo del trabajo creador, sencillamente porque no lo necesitan, además de que los salarios, como se ha explicado más de una vez, no constituyen un estímulo por su limitada capacidad de compra.

No se trata de empujar a quienes no desean hacerse de un oficio a incorporarse; sino  enamorarlos del legado de  esos artistas que fabricaron muebles capaces de figurar en cualquier museo o contribuyeron a levantar verdaderas obras maestras como el Hotel Nacional,  el Acueducto Albear o el edificio Focsa.

Conducir a los jóvenes mediante un coherente trabajo de formación vocacional, y ¿Por qué No? Hacerles ver que un buen albañil puede ganar honradamente sumas nada despreciables los fines de semana, cuando su jornada ha concluido, e igual beneficio está al alcance de los plomeros, los carpinteros y otros muchos a quienes en épocas pasadas se llamaba ¨maestros¨.

¿El por qué de dicha denominación? Por el respeto que despertaron en sus clientes y vecinos con  su abnegada e imprescindible actividad, esa a la cual deberíamos mirar con mayor atención y valorarla en la justa medida.