La razón puede más que el dinero y la mentira

Es cierto que el dinero puede comprar muchas, muchísimas cosas, incluidas determinadas  conciencias… pero no todas, como mismo la mentira puede tapar el sol de la verdad… pero solo muy contadas veces, y para algunos.

Para otros muchísimos, como  se demostró en la vigésimo séptima votación en la ONU, la realidad es una sola e inconmovible, y se sobrepone a trampas, tergiversaciones, falacias y torcidas intenciones, desenmascaradas una vez más por los argumentos de Cuba.

Pero estos tiempos tormentosos para la humanidad, han visto lamentablemente personas (si es que pueden llamarse así) que venden su alma al mejor postor, aunque éste sea el mismo diablo con ropaje elegante, de cuello y corbata o vestidos de las mejores casas de modas.

No puede explicarse de otra manera que  Nikki Haley, de cuya inteligencia no debería  dudarse dados los títulos que aparecen en su currículo, haya pronunciado discurso tan desastroso que afirmaba categóricamente: ¨las naciones que apoyan a Cuba están equivocadas¨, algo que desmiente su supuesta capacidad mental.

Sencillamente trataba de poner a prueba una vez más el argumento de los fuertes de que ¨el mundo está equivocado, yo tengo la razón¨, algo que se evidencia en los twiters de la referida seudo diplomática en los que retaba al cónclave de naciones  que ¨debían decidir entre Estados Unidos o Cuba¨ como si se tratase de mostrar simpatías por un equipo de fútbol u otro.

No ofrece dudas tampoco el comportamiento de John Bolton, risible consejero nacional de Seguridad, otro amante de los ricos billetes verdes a los que tiene en mayor estima que a la dignidad y la justicia, y quien calificara nada menos que a Miami como el  ¨escenario más adecuado¨ para hablar acerca de la política de Donald Trump en Latinoamérica¨.

Parece ignorar el señor consejero que el ambiente de Miami lo han enrarecido durante décadas los mercenarios de toda laya, que heredaron la simiente de odio e irracional venganza de los batistianos que allí se asentaron luego del triunfo de la Revolución, y han convertido las posiciones anti-cubanas en un lucrativo negocio.

Téngase en cuenta que en esa cruzada de la ignominia militan personajes de la talla de Marco Rubio y Mario Díaz Balart, quienes no han ocultado ni ante auditorio alguno ni ante los medios de comunicación, sus deseos de que se recrudezcan las medidas que intentan ahogar a más de once millones de habitantes de la isla, cuyas vicisitudes materiales parecen no importarles.

¿Que los niños necesitan una medicina que solo produce una marca patentada por Estados Unidos? ¿Que determinada materia prima para la elaboración de un fármaco cubano solo la suministran filiales estadounidenses? ¿Que los propios norteamericanos abogan por hacer negocios con La Habana o viajar libremente como es su derecho constitucional?

Nada de eso, prohibición total o casi total, no importan las consecuencias…que sufran por el delito de querer decidir sobre sus vidas.

No pueden haberse equivocado tan dramáticamente aquellos profesores y catedráticos que otorgaron sus títulos a esas lastimosas almas de las cuales he hablado  en estas líneas; vencieron sus respectivos programas de estudios en costosas y selectas universidades, a donde no acuden los pobres, y se graduaron quizás con honores académicos.

Pero lo que no pudieron prever esos prestigiosos claustros, era una condición indispensable de sus personalidades:

Venderse, porque para ellos el dinero lo compra todo…

Aunque la humanidad demuestre lo contrario.