Defender la Revolución

Estoy absolutamente convencido, de que de forma mayoritaria como se demostró en el reciente referéndum del 24 de febrero, los cubanos apoyamos la Revolución y estaríamos dispuestos a defenderla hasta las últimas consecuencias, aún en el terrible caso de que fuese necesario tomar las armas.

 

Para más de once millones de habitantes de esta isla la patria es sagrada y digna de los mayores sacrificios para protegerla.

Y preservar nuestro proyecto social, aquel que elegimos sobre bases de soberanía, igualdad y justicia, está grabado de manera indeleble en ese recóndito lugar (¿cerebro o corazón) que rige la conducta humana.

Somos críticos ante lo mal hecho, desnudamos nuestras insuficiencias y  hablamos mucho en los pasillos o en la parada de la guagua de lo mal que el panadero elabora ese alimento tan necesario, o de la dichosa zafra, que no acaba de ser verdaderamente eficiente, o del mal estado de los viales o el precio tan elevado que tiene la carne de cerdo.

Pero es en las cosas aparentemente triviales, esas que hilvanan el curso de la vida, donde es necesario concretar la disposición suprema de defender la patria.

Porque se me ocurre preguntar:

¿Llega usted con absoluta puntualidad a su trabajo todos los días? ¿Cumple con total rigor la jornada laboral, esa que decimos que es sagrada y por la cual nos pagan un salario que, bueno es también decirlo, alcanza para muy poco? ¿Combate usted las conductas irresponsables de los incumplidores y las indisciplinas sociales, allí en el lugar y el momento en que ocurren?

Hágase un examen sincero y la respuesta le permitirá formarse un criterio acerca de lo que nos falta en el día a día para contribuir a concretar  esa tan llevada y traída frase: ¨que las cosas marchen bien¨.

Porque ocurre lamentablemente a menudo que el ciudadano promedio, usted o yo, vemos lo que es de todos, o sea el banco del parque, el asiento de la guagua, el césped o la acera, como una propiedad en abstracto, es decir, ¨no es lo mío¨ y miramos con indiferencia cómo alguien los deteriora.

También ocurre que el Control Interno, esa necesaria y activa vigilancia sobre los recursos que pone el Estado en nuestras manos de trabajadores, no se chequea con regularidad y no se exige su obligatorio cumplimiento, sólo ¨nos preparamos para la visita¨ cuando se anuncia una inspección.

Y al final, sucede lo que no queremos que suceda y sufrimos el desvío, e incluso el robo de medios y materias primas en los cuales se han invertido los escasos fondos de que dispone el país.

¿Dónde estaba el colectivo cuando se apreciaba a todas luces que el plan se incumpliría por causas evitables? ¿Cómo es posible que faltara la pupila vigilante en el momento en que un bandido escamoteó algunos sacos de cemento? ¿Por qué los mecánicos hicieron una reparación chapucera a la vista de un jefe de brigada experimentado, o la obra que se dio por terminada presenta  filtraciones a los pocos meses?

Esas preguntas es necesario hacerlas ¨desde adentro¨ e incorporar sus respuestas, de manera crítica, al pensamiento y la acción cotidianos de cada cual, y así contribuiremos de manera más objetiva y menos tremendista a defender la Revolución, esa que necesita en todo momento, del concurso de todas las manos y todas las mentes, ahora más que nunca.

Foto: Tomada de Radio Cadena Agramonte