Soltar de una vez esos lastres…

Todo el mundo sabe qué es un lastre, aquellas grandes piedras que se colocaban en el fondo de los antiguos navíos de vela, para estabilizar su tránsito por océanos en los que era necesario capear la furia de las olas y la tremenda fuerza de los vientos, que volcaban más de una embarcación.

También en los albores de la aeronáutica, los globos que se elevaban gracias al calentamiento del aire contenido en su interior, portaban en las canastas, junto a los viajeros y sus pertenencias, sacos llenos de arena o tierra, para poder controlar con ese peso los difíciles artefactos aéreos… para ascender, se lanzaban por la borda.

Hasta ahí todo bien, pero ¿resulta tan sencillo el control y manipulación efectivos sobre los lastres que ponen las circunstancias y los hombres a la economía del país?

Parece tarea de titanes, si nos detenemos a pensar en el bloqueo, en la crisis económica, en las limitaciones financieras de nuestra pequeña isla, en el aumento de los precios y en mil maneras más de justificar las carencias imputables a la acción humana.

¿Por qué una y otra vez no se logran los objetivos trazados en las zafras azucareras?¿Cuál es la razón para que año tras año la otrora primera industria no alcance siquiera a cubrir los magros compromisos contraídos con la economía nacional o lo que es lo mismo, con las exportaciones que la nación planifica?

Carencias de recursos existen, quien lo niega, pero también es cierto que en la medida de las posibilidades se invierten cantidades no desdeñables en el mejoramiento de la industria, en la compra de herbicidas y fertilizantes, maduradores, maquinarias y otros elementos que estimulan antes de cada molida el optimismo de los entendidos y también de quienes, sin dominar el tema, con legítimo derecho aspiran a una mejoría.

Bastan sencillos análisis para demostrar la trascendencia y urgencia de erradicar de una vez los males de carácter subjetivo, que se encaraman sobre los reales para lastrar y hacer poco menos que imposible equilibrar el castigado y maltrecho navío de los números, débitos, superávits y otras palabrejas tan enigmáticas como imprescindibles y acuciosas.

Por ejemplo, al cierre de 2016 de 97 indicadores comprometidos por entidades de los ministerios de Industria, Alimentación, Construcción, Agricultura, Azcuba (el azucarero) y otros, se dejaron de cumplir 48, o lo que es igual, casi la mitad.

Los especialistas pueden lidiar con datos más complejos, pero el lector común es capaz de sacar cuentas elementales: numerosas empresas al cierre del año reportaron pérdidas, y otras no lograron utilidades en la etapa; otro grupo pagó más de cinco y medio millones de pesos sin respaldo productivo.

Y sin embargo, año tras año, esta isla agobiada por el cerco estrangulador del bloqueo y la falta de recursos naturales importantes, destina cifras impresionantes de su presupuesto a garantizar conquistas de la Revolución como la salud y la educación absolutamente gratuitas, y con resultados que nos enaltecen a nivel mundial.

Es hora ya de que desaparezcan de las plantillas los ¨indirectos¨ que tanto pesan en los bolsillos de esta nación, como también es tiempo de pensar una vez más, pero con detenimiento, qué hacer con quienes no producen, y sin embargo, lo reciben todo; no está la situación para ineptos, acomodados, justificadores, plantillas infladas y empresas u organismos que nada pintan en el quehacer nacional.

Vaya, que ahora y no más tarde, estamos obligados a soltar el lastre, para andar más ligeros y sobre todo, sin pausa.